A veces, y no pocas veces, retrasamos entregar nuestro trabajo porque creemos que todavía no está listo, que aún hay que mejorar o corregir cosas, que aún tenemos que seguir trabajando en él. En realidad suele ser miedo a fracasar, a que nuestro producto salga al mercado y que nadie lo compre porque no es perfecto o porque no da la talla. Puede ser también miedo a recibir críticas porque nuestro producto, nuestro libro, nuestro software tiene aún algún error gramatical o un pequeño bug: ‘Sólo publicaré la nueva entrada en el blog cuando nadie pueda ponerle ningún pero‘. Otras veces se trata simplemente de la parálisis del perfeccionismo.
Cierto profesor de alfarería en una escuela de arte dividió a sus alumnos en dos grupos y les dijo lo que tenían que hacer para obtener un 10 en su asignatura. Al primer grupo les dijo que tenían que hacer 100 jarrones para obtener la máxima calificación pero al segundo grupo les dijo que si querían obtener ese diez deberían hacer el mejor jarrón. Este último grupo dedicó todo el tiempo a teorizar y a leer sobre las mejores técnicas para hacer jarrones pero en realidad los mejores jarrones los hizo el primer grupo. Habían dedicado su tiempo a practicar y practicar haciendo 100 jarrones mejorando así su técnica. Lo mismo pasa con tu blog, con tu aplicación o con ese diseño al que llevas tiempo dándole vueltas. Deja que se encuentren con los verdaderos usuarios y que ellos den el visto bueno.
El mundo del software está llena de productos que se desarrollaron durante años hasta tener todas las funcionalidades que el cliente pudiera imaginar, diseñados tal como fueron concebidos por sus creadores. Lamentablemente cuando salieron al mercado éste tenía sus propias ideas y necesidades. Muy poca gente usaba todas las características de la aplicación. Otras en cambio eran muy demandadas pero nadie había pensado en ellas cuando se diseñó.
Ya se sabe, lo perfecto es enemigo de lo bueno. Cuando tengas un producto pequeño pero que ya puede ser útil, lánzalo al mercado (ship), exponlo al público, gánate tus primeros clientes. Ellos te dirán lo que echan en falta. Aprende de eso, lanza luego una segunda versión, luego una tercera. Si con la primera versión no consigues hacerte con una pequeña cartera de clientes, quizás no sea el momento o lugar para tu producto. Por lo menos aprenderás un montón de cosas que antes no sabías y no habrás perdido meses y meses de tu trabajo.