Revisitando el post de Raúl Hernández González con el título ‘Aprendiendo a construir catedrales‘ también he comenzado a darle vueltas a esa conocida historia. En ella, a dos obreros que se encuentran picando piedra para la construcción de una catedral, se les pregunta qué es lo que hacen. Mientras uno responde sobre lo penoso e interminable que es construir el muro en el que está trabajando, el otro responde simplemente que él está construyendo una catedral.
Me he preguntado si se puede ser Ágil cuando uno construye algo tan grande. Creo que la respuesta es que sí. Por lo menos a mí se me ocurren algunas ventajas a ser Ágil cuando se está inmerso en un proyecto del tamaño de una catedral:
Con un framework como SCRUM siempre tendrás presente el objetivo final y las características que se quiere que tenga. En la pila del producto tendrás una lista de requisitos como la construcción de la planta, levantar la bóveda, decorar puertas o ventanales y otras muchas cosas que darán forma a la catedral final.
Pero una vez definido el objetivo hay que ponerse a picar piedra. Al comienzo de cada iteración, el equipo elegirá qué tareas puede acometer de entre la lista de cosas por construir (siempre priorizadas por nuestro cliente). Se definirá un objetivo más pequeño para el Sprint actual por lo que tendremos una nueva meta, mucho más cercana, que no permitirá que desesperemos por lo lejos que está la meta final. Es el momento de coger martillo y cincel.
Al separar las tareas a realizar en pequeños grupos y tratar de resolverlos en periodos fijos de tiempo (timeboxed) cada uno con su propia meta, tiene las ventajas de la estrategia del ‘Divide y vencerás’. Planeas tu objetivo más inmediato y lo que vas a hacer para resolverlo sin abrumarte con todo el trabajo que aún queda por delante. Una gráfica burn-down ayudará también a ver que el trabajo restante va disminuyendo y que, por lento que nos pueda parecer, avanzamos hacia nuestro producto final, la catedral.
Queda claro el marco de trabajo, ahora, manos a la obra …